¿Sospechas que desde que vives en el extranjero lo que sientes es más que solo desgano y tristeza y que quizá estás sufriendo de ansiedad o depresión?
Durante los últimos 4 años he tenido el placer de conocer a muchas mujeres que viven dentro y fuera de Alemania, algunas de ellas (por no decir casi todas) sienten mucha nostalgia y tristeza por estar lejos de su país y sueñan cada día con ver a sus familiares y amigos.
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Extrañar a tus amigos, a tu familia y hablar tu propio idioma es lo más normal del mundo, sin embargo cuando esa tristeza se vuelve constante y comienzas a aislarte, puede convertirse en algo más, en ansiedad o depresión. Si sientes muy dentro tuyo que hay algo que no va bien no dudes en buscar ayuda de un profesional del bienestar.
Dado que yo misma también he sufrido de ansiedad he querido invitar al blog a Alba, una Fenixiana que ha enfrentado la ansiedad y la depresión viviendo en el extranjero.
Alba es de Barcelona, llegó a Alemania en el 2014 con su novio y es la cara detrás del blog Düsseldorf lleva Umlaut.
En el post de hoy Alba nos cuenta que fue antes de la mudanza a Alemania cuando comenzó a enfermar de depresión. “El malestar se gestó en Japón, por lo lejos que estaba de mi tierra natal y lo distinto que era todo en ese país.”
Te dejo ahora sí con su historia…

Nombre: Alba C. Coll
País de origen: España
País de residencia: Alemania
Web: http://www.dusseldorf-lleva-umlaut.com
Contacto: info@dusseldorf-lleva-umlaut.com
Mi nombre es Alba y vengo de Barcelona, aunque ahora hace ya tres años que vivo en Düsseldorf, Alemania. Soy escritora y blogger a cargo del blog Düsseldorf lleva Umlaut. En este espacio hablo de Expat Lifestyle buscando siempre el lado más sincero y verdadero de mi experiencia en este país. Aunque ahora trabajo como escritora freelance, estudié Historia del Arte. Y de hecho, buscar un oficio fue lo que me llevó a Alemania. En 2014, cuando terminé la carrera, me fue completamente imposible encontrar un trabajo que mínimamente pudiera sostenerme, con lo que mi pareja y yo decidimos que lo mejor sería mudarnos a Alemania y probar suerte en este nuevo país.
Aunque pueda parecer mentira, no tuve demasiadas dudas ni miedos antes de emigrar. Vamos a ver, no es que sea la persona más valiente del mundo ni una roca que ni siente ni padece, pero creo que lo estaba pasando tan mal en Barcelona sin encontrar un empleo que cualquier alternativa me parecía liberadora. Y para mí, visualizarme en un nuevo país en el que sabía que podría encontrar algo con lo que ganar dinero hasta encarrilar mi futuro me llenaba de emoción. También es cierto que había vivido un año en Japón mientras estudiaba, con lo que ya sabía a qué me arriesgaba. Esta vez estaría mucho más cerca de mi casa que anteriormente, así que las preocupaciones que pudiera tener al respecto fueron siempre ínfimas.
Justamente debido a este proceso anterior a mi mudanza a Alemania, empecé a enfermar de depresión. Obviamente, esto es algo que no pasó de un día para el otro. El malestar se gestó en Japón, por lo lejos que estaba de mi tierra natal y lo distinto que era todo en ese país. Volví y tenía que acabar mis estudios, con toda la presión que esto supone, sabiendo que cuando terminara la carrera era muy probable que no pudiera encontrar un trabajo debido a la situación económica del país. Efectivamente, fue de este modo. Así que con el título en mano me armé de paciencia para buscar un trabajo de lo que fuera, ya que sabía que incluso un trabajo no cualificado me costaría mucho de encontrar. Lo intenté durante un año, y todo lo que pude encontrar fueron trabajos eventuales con los que a penas llegaba a los cuatrocientos euros mensuales.
Obviamente aquella no era manera de ganarse la vida, y mucho menos de labrarse un futuro.
"Me encontré que con 23 años no tenía ganas de vivir, porque sentía que no tenía un camino que recorrer"
Era muy joven y, sin embargo, sentía muy dentro de mí que mi existencia caminaba hacia la deriva y que no había un lugar en el que encontrarme. Y todas estas sensaciones y pensamientos surgieron inevitablemente de la situación económica que mi país estaba viviendo en aquel momento. Porque sentirse perdida es normal cuando se acaban los estudios, el problema era que quería tener un trabajo para poder sostenerme mientras construía mi camino pero no podía hacerlo.
Durante aquel tiempo acudí a terapia psicológica, lo que me ayudó muchísimo tanto para entender el funcionamiento de mi cerebro como para buscar soluciones y alternativas. También empecé a tomar medicación, con lo que complementaba la terapia con fármacos que me ayudaban a no caer. Aún así, no fue suficiente. Continuaba sintiendo un vacío vital que me invadía sin remedio.
Nos mudamos a Alemania y al principio las cosas empezaron a mejorar. Obviamente no me curé de golpe, pero sentía ganas de aprender sobre el nuevo lugar y nació en mí una esperanza ciega que me empujaba a vivir. Este sentimiento positivo perduró en mí durante las primeras semanas, pero en el momento en el que me acostumbré a mi nueva vida volvieron los monstruos. Sí que es verdad que ya no sentía un vacío existencial tan grande como en Barcelona, pero llevaba una mochila cargada de un nivel tan alto de ansiedad que renacía a cada contratiempo y se hacía más grande con el choque cultural y la distancia.
Viví un período bastante largo en el que tenía crisis de ansiedad semanales, por lo que terminaba exhausta. Había terminado el tratamiento con antidepresivos y continuaba haciendo terapia online con mi psicóloga de Barcelona. Pero había algo que no funcionaba, me sentía estancada y tenía la sensación que había algo tan malo en mí que no conseguiría jamás salir de esa. Dejé la terapia y mi situación empeoró todavía más, hasta el punto de llegar a la autolesión. Era evidente que la situación no podía continuar así, de modo que busqué psicólogos y psiquiatras en mi zona que pudieran hablar inglés, porque no me veía capacitada a acudir a terapia en alemán. Por suerte, mi pareja encontró a una psicóloga que habla español en Düsseldorf, así que empecé la terapia de cero.
Le dije que no quería volver a la medicación, que yo confiaba en que podía salir de ese pozo y que necesitaba la ayuda de alguien porque sola me sentía perdida. Ella me ayudó muchísimo, me explicó el porqué de las reacciones de mi cerebro hacia las situaciones que me iba encontrando, con lo que fui aprendiendo a manejar mi ansiedad y frustración, consiguiendo combatir la depresión.
Tras un año y medio de terapia, mi psicóloga consideró que ya estaba bien y me dio el alta. Pero de algún modo los monstruos volvieron a mí. Tenía un trabajo a tiempo parcial relativamente estable, pero mi vida todavía no había tomado el rumbo que yo quería. Continuaba haciendo malabares con mi proyecto como freelance y otras maneras para poder sobrevivir, así que esta vez no solamente volví a ella sino que también volví a la medicación. Temía los antidepresivos, me daba pavor volver a ellos y asumir que “estaba fatal”. Pero ahora, desde la distancia, comprendo que todo es un proceso y que no es malo medicarse, todo lo contrario. Es bueno saber en qué momento necesitamos un empujón que nos ayude a impulsarnos hacia delante. Y si un/a profesional cree que esto es lo mejor para nosotras, debemos escuchar y tenerlo en cuenta. Actualmente estoy todavía medicándome, aunque me han reducido la dosis y en pocos meses esta etapa habrá quedado atrás.
Personalmente, no creo que exista una fórmula mágica para superar la depresión. Pero si algo he aprendido es que yo no hubiera llegado a superarla si no fuera por la ayuda tanto de profesionales en la salud mental como de mi pareja, amigos y familia. Y con mi propia ayuda, que esto es algo que muchas veces olvido. Creo que es de vital importancia aprender a valorar todos y cada uno de los pasos que hacemos, aunque no sean perfectos ni lleguen a nuestro ideal de comportamiento.
NUEVO artículo de la Terapeuta Christina Manke:
>>> Cómo reducir la ansiedad y el estrés (3 poderosas técnicas que aún no conoces)
¿Sientes que llegó la hora de buscar ayuda de un profesional?
Aquí te dejo dos artículos donde presento a varias psicólogas y terapeutas que hablan español y muchas de ellas ofrecen sus servicios también a través de internet (online).
"Aprender a escucharte a ti misma, a apreciar lo que necesitas en cada momento y a saber parar a darte un respiro cuando se preste"
Esta introspección me ha llevado a saber detectar mi propia ansiedad, respetarla y dominarla. He comprendido que ésta no es mala, sino que es un sistema de defensa que tiene mi miedoso subconsciente de afrontar lo desconocido. He aprendido a tenderle la mano y a caminar a su lado. A ser yo la que domine estos nervios y no al contrario. Y con ésto, he difuminado el futuro oscuro que creía tener por delante y estoy aprendiendo a construirlo día a día. Porque no puedo controlar lo que vendrá, no podré hacerlo jamás, pero al menos sé que es así y puedo ir aprendiendo a vivir con lo que aparezca y sacar siempre el lado positivo.
Mirando hacia atrás, creo que no hubiera hecho nada diferente. Creo que es normal que me sintiera así de perdida dada la situación, así que me limito a abrazar a mi yo de entonces y a decirle que no tiene de qué preocuparse. También pienso que hice bien en buscar ayuda, tanto profesional como dentro de mi entorno; en exteriorizar mis preocupaciones y buscar alternativas si las que tenía en mano no me acababan de convencer.
Y eso es lo que recomiendo a toda mujer que me esté leyendo y crea que pueda estar padeciendo ansiedad, depresión o cualquier enfermedad psicológica relacionada.
"Busca ayuda allá donde puedas, vas a encontrar mucha más comprensión de la que piensas. No pasa nada por no poder tú sola, es normal"
¿Verdad que si te hubieras roto una pierna necesitarías visitar a un médico para que te la curara? ¿Verdad que no pasaría nada por andar con muletas durante una temporada? Quiero que pienses que no eres peor que nadie por sufrir esta enfermedad, y que buscar ayuda significa luchar contra ella y hacer lo imposible por vencerla. Además, estoy segura de con perseverancia lo vas a conseguir.
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